El pragmatismo de la civilización romana se evidencia en el protagonismo de su arquitectura utilitaria. Los inmensos recursos del estado romano se destinaron en buena parte a edificaciones de interés público. Las termas eran uno de los tipos más populares y en época del imperio se construyeron en la ciudad de Roma conjuntos termales de grandes dimensiones. Como por ejemplo Las Termas de Caracalla.
Estos edificios, además de contribuir a la higiene pública, constituían centros de reunión dónde se podía conversar y hacer deporte y eran a la vez centros culturales, pues disponían de bibliotecas y salas de conferencias.
La audacia constructiva de estas termas refleja el interés preferente de los romanos por la estructura de los edificios y muestra que los constructores se sentían más ingenieros que arquitectos, es una pena porque los hombres que diseñaron estas espectaculares construcciones han sido totalmente olvidados. En la Roma antigua, el artista es un simple trabajador y el protagonismo de la construcción se atribuye siempre la cliente, en este caso el Emperador Caracalla.